Las etapas del duelo
¿Qué es el duelo?
De pocas cosas se puede estar completamente seguro en esta vida. El azar rige mucho de lo que nos pasa y la multitud de experiencias que podemos vivir es inabarcable de contemplar. Una de esas cosas de las que sí se puede estar seguro es de sentir la experiencia de pérdida.
El ser humano se pasa toda la vida perdiendo cosas. Desde personas u objetos, hasta aspectos de personalidad o sueños de cómo iba a ser nuestra vida. Y todas y cada una de esas pérdidas va acompañada de dolor.
El duelo es una experiencia universal, inherente al ser humano. Surge del término latino es “dolus”.
Se trata de una respuesta natural ante una pérdida que tiene un valor para la persona. La pérdida puede ser otra persona, una cosa o incluso un valor que para nosotros haya sido importante.
No es una enfermedad, ni algo a evitar. Cada persona lo vive de una manera diferente y marca el camino de distinta forma para adaptarse a la pérdida sufrida.
¿Cuánto dura el duelo?
Es una de las grandes preguntas que siempre surge.
Sin duda, elaborar un duelo lleva tiempo, pero esto es algo muy variable según la persona y la situación.
En literatura clásica se señala una duración media de un año (pasar al menos una vez por todos los acontecimientos especiales donde fuera importante aquello perdido). Recientemente se ha investigado que después de una pérdida importante el tiempo de recuperación puede llegar a dos años.
Por supuesto, los tiempos es algo a tratar con cuidado; habrá quien tarde más y quien tarde menos. Lo que sí es seguro es que el duelo finaliza con la aceptación de la pérdida y la capacidad de recordar y hablar de ello sin dolor. Pero, ¿cómo se llega hasta ese punto?
Tareas del duelo
Existen diferentes etapas, fases o tareas por las que se pasa para conseguir la resolución del duelo. Worden en su libro “El tratamiento del duelo: Asesoramiento psicológico y terapia” define el duelo como un proceso activo, en el que la persona tiene cierta influencia sobre lo que puede hacer para conseguir el objetivo de adaptarse a la pérdida. Por ello éll expone que la persona realiza cuatro tareas básicas, no necesariamente en un orden concreto, que exigen un esfuerzo de la persona.
Tarea I: aceptar la realidad de la pérdida
La muerte tiene algo irreal. Por eso la primera tarea es afrontar la realidad de la pérdida. Hay que asumir que lo que hemos perdido no va a volver.
Lo contrario es no creérselo haciendo uso de algún tipo de negación. Esto puede hacerse de tres maneras:
Negando la realidad: desde un engaño leve a una distorsión de la realidad.
Dándole significado: se le puede dar menos importancia de lo que en realidad tiene o, incluso, llegar a olvidar a la persona, o lo perdido, como si nunca hubiera existido.
Irreversibilidad de la pérdida: pensando que va a volver. Un ejemplo de esto, en el caso de que la pérdida sea una persona, puede ser el uso de espiritismo para volver a encontrarse con la persona fallecida.
Es importante recalcar que aceptar la realidad de la pérdida no es solo un ejercicio intelectual, sino también emocional. Nunca hay que descuidar la emoción.
Los rituales pueden ayudar a realizar con éxito esta tarea. Por ejemplo, en el caso de la pérdida de un ser querido, el funeral ayuda a despedirse y aceptar esa marcha.
Tarea II: elaborar el dolor de la pérdida
El dolor que acompaña al duelo es físico, emocional y conductual. Si se niega ese dolor, pueden aparecer incómodos síntomas.
El dolor afecta a cada persona de una manera diferente, pero es algo que todo el mundo siente tras perder algo. Aquí es importante remarcar la dificultad que surge en la sociedad con las expresiones de dolor, que a veces dificulta que esta tarea se lleve a cabo, obligando al sufriente a guardarse o negar el dolor que siente.
La negación se traduce en no sentir, bloqueando el dolor que provoca la pérdida y buscando solo pensamientos agradables. En esa huida pueden surgir conductas como consumo de sustancias, idealizar lo perdido o viajar (simbolizando una huida real).
Una última aclaración en esta tarea. El dolor no solo se mide en función de la disforia y la tristeza, también encontramos emociones de angustia, culpa, ira y soledad.
Tarea III: adaptarse a un mundo sin el fallecido
Esto se realiza a través de tres áreas
- Adaptaciones externas: consiste en adaptarse a un entorno sin el fallecido. Esto supone afrontar todos los roles que tenemos que asumir ahora que la persona no está.
- Adaptaciones internas: consiste en adaptarse a la propia identidad personal. Cuando perdemos algo puede afectar a la definición de nosotros mismos, nuestro amor propio y nuestra sensación de eficacia personal. Tenemos que conseguir responder quién somos ahora tras la pérdida.
- Adaptaciones espirituales: consiste en adaptar el sentido que tenemos del mundo. Cuando perdemos algo también puede verse afectada nuestra creencia de los valores básicos de la vida. Eso nos puede hacer sentir que hemos perdido el control y que el mundo es un lugar cruel que nos arrastra. Tenemos que ser capaces de ver que el mundo tiene estas cosas y recuperar cierto control que si tenemos.
La negación de esto supone la incapacidad de adaptarse a la pérdida. En esa situación la persona lucha contra sí misma, siendo incapaz de afrontar la pérdida y quedando atrapada en su dolor.
Tarea IV: hallar una conexión perdurable con el fallecido al embarcarse en una vida nueva
Esta última tarea surge de la idea de que las personas no llegamos a desvincularnos de las cosas que perdemos, sino que conseguimos establecer unos vínculos continuos. Al conseguir esta tarea conseguimos que ya no sea necesario traer la representación del fallecido para poder seguir con nuestra vida. Podemos seguir viviendo.
No llevar a cabo esta tarea supone, en definitiva, no vivir, y es normalmente la más difícil de superar.
Bibliografía:
Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid. (2019). PROTOCOLO DE ATENCIÓN AL DUELO EN LA COMUNIDAD DE MADRID.
Bellver, A., Gil-juliá, B., & Ballester, R. (2008). Duelo: evaluación, diagnóstico y tratamiento. Psicooncología, 5(1), 103-116.
Worden, J. W., Aparicio, Á., & Barberán, G. S. (2013). El tratamiento del duelo: asesoramiento psicológico y terapia. Barcelona: Paidós.